
A pesar de tratarse de una planta muy común, el lirio, o iris germanica, a menudo sufre las consecuencias del desconocimiento sobre su cultivo.
Encontramos así en algunas publicaciones, que el lirio carece de semillas, cuya muntiplicación se produce exclusivamente por división del rizoma. Esto no es así, si bien el lirio bajo mala disponibilidad de espacio, prefiere explorar el espacio circundante, colonizando nuevos "territorios" en detrimento de su reproducción sexual, es tanto así, que cuando el sustrato disponible escasea y los rizomas se aprietan entre si, esta planta tiende a dejar de producir flores.
Hemos visto numeroso jardines en los que muchos se preguntan:
¿Por qué cada vez me florecen menos los lirios?
¿Por qué hace años tenían muchas flores y hoy a penas se ven?
Pues bien, uno de los motivos es este.
Un error muy común entre los jardineros y la sociedad en general, es no respetar los marcos idóneos de plantación, con los que se conseguiría un desarrollo correcto y una floración abundante.
Otro error frecuente es realizar el transplante en una época desfavorable. Tratamos de asimilar el lirio a comportamientos de otras plantas y muy a menudo se transplantan en invierno, o a princios de primavera, y ese hecho, que resultaría correcto para un gran número de plantas de jardín, no es más que un gran contratiempo para nuestro amigo el iris.
La época más conveniente para la plantación del lirio es justo el momento posterior a su floración, así la planta se centra en preparar un buen sistema de raíces antes de la llegada del frío, el verano y el comienzo del otoño se convierten, pues, en una buena época en lo que respecta a temperatura y disponibilidad lumínica, de esta manera se permitirá que la planta desarrolle correctamente sus raíces, almacene nutrientes, que tome vigor y que prepare yemas de flor para el año siguiente.